Peinando Canas

Voluntarios, esos Héroes Anónimos

Voluntarios, no salen en las noticias ni protagonizan las portadas de los grandes periódicos, pero su valentía o sus valores personales seguramente lo merecerían muchos más que los políticos o los banqueros millonarios. Nos estamos refiriendo a los héroes anónimos, personas que cuidan de otras personas sin esperar nada a cambio, simplemente por el cariño que les tienen y por su extrema capacidad de sacrificio. Esos voluntarios son seres absolutamente inspiradores en una época en la que a menudo parece que lo único que prima es el individualismo más exagerado, y donde muchos critican la pérdida progresiva de valores.

Aunque nos cueste verlos en muchos casos, existen héroes anónimos, que a través de distintos canales, individuales, colectivos, de organizaciones de voluntariado o programas de diversos índole, actúan en todos los ámbitos de la vida, y la crisis, puede que justamente porque ha incrementado las dificultades en el día a día de muchas personas, los ha hecho quizás más visibles. Pensemos, por ejemplo, en los miles de voluntarios de todas las edades y condiciones sociales que ayudan en comedores, repartiendo ropa o simplemente escuchando a quienes viven una situación complicada. A menudo tampoco ellos disponen de grandes recursos, pero sí de un enorme sentido de la solidaridad que les impide quedarse en casa sentados conscientes de que sus semejantes están sufriendo. Lo mismo pasa con quienes cuidan de sus familiares, hijos, parejas o amigos con graves enfermedades, a menudo renunciando a su vida profesional y a su propio tiempo. Todo ello implica un enorme sacrificio psicológico y en muchos casos hasta físico, que sobrellevan pensando en que la otra persona mejorará o en que de ese modo se ayudará a paliar su dolor o su soledad, que tantas veces duele más que el mal que aqueja al cuerpo. Con la reciente crisis de los refugiados en Siria hemos visto en diversos países europeos una enorme cantidad de héroes anónimos que han abierto sus casas a desconocidos cuando los gobiernos ni siquiera habían reaccionado. Les han proporcionado casa, comida y afecto en un momento en el que las autoridades de la Unión les cerraban las puertas, y han reaccionado contra el discurso que considera al diferente como amenazante o potencialmente peligroso para nuestros modos de vida.

Se puede ser héroe hacia los demás, pero también por la actitud hacia la vida de uno mismo cuando las circunstancias se tornan difíciles. Lo vemos con la reacción de personas a las que golpea el cáncer, uno de los grandes males de nuestro tiempo, y que aqueja a edades y perfiles muy diversos. Mientras que muchos, sin duda justificadamente, caen en depresiones y desasosiegos, otros aprovechan para vivir la vida al máximo, para ser optimistas e, incluso, para animar a los que tienen a su alrededor. Y héroes anónimos son también todos los que pierden un hijo, un hermano o un marido y, sin embargo, no se dejan vencer y continúan adelante, intentando sacar una sonrisa a los que se quedaron, y educando a los que vendrán en el amor hacia la existencia, por muy dura que esta sea a veces. Su reconocimiento no está en los medios de comunicación ni en grandes masas de gente aplaudiéndoles a la salida de sus casas, pero tampoco lo buscan. Lo que pretenden todos estos héroes anónimos es mejorar la calidad de vida de otros, desconocidos o conocidos, que se encuentran en situaciones en las que se agradece de manera especial un aporte económico, una mano amiga o simplemente una sonrisa. Pueden parecer cosas muy sencillas, pero que se echan en falta cuando nadie las proporciona. Por todo ello, sin duda estos héroes anónimos tienen mucho más valor que cualquier personalidad que podamos ver cuando encendemos un televisor. De nosotros depende valorarlos en su justa medida.

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