Por ello, ambos procesos se abordan desde edades muy tempranas; numerosos investigadores han estudiado respecto a la edad ideal en la que puede comenzar a enseñar a los niños a leer y escribir, sin embargo, las teorías al respecto son diversas y contemplan opiniones tan distantes como la de Jean Piaget y Doman; el primero establece que durante la etapa preoperatoria de los dos a los siete años, el niño puede comenzar a utilizar la experiencia sensorial y lingüística adquirida para dar un significado a las representaciones simbólicas conocidas hasta el momento, con lo cual se favorece la lectoescritura. Por su parte, Glenn Doman afirma que, especialmente la lectura, puede aprenderse a la par de la adquisición del lenguaje siendo aún muy pequeños, incluso bebés de meses.
Desde el punto de vista formal, la mayoría de los modelos educativos del mundo tiene la edad comprendida entre los seis y los siete años como el punto de partida para el aprendizaje de la lectura y la escritura, sin embargo, también se contemplan la importancia de los procesos que deben preceder a este aprendizaje y que tiene lugar en la llamada educación preescolar, durante la cual se prepara al niño en el desarrollo de diferentes habilidades motrices, visuales y del lenguaje que le facilitarán el adentrarse el proceso de lectoescritura.
Por ello, aunque parezcan insignificantes actividades tan sencillas como colorear, memorizar una canción, aprender los colores, pintar con los dedos, recortar, pegar, hacer trazos de líneas y figuras, escuchar cuentos, entre otras que se practican con regularidad en la educación inicial, resultan fundamentales para fortalecer las habilidades que el niño necesitará a fin de emprender con éxito la lectoescritura.
Aunado a ello, se debe considerar que aspectos como la memoria visual, la motricidad final, el desarrollo del lenguaje, la capacidad de atención, entre otros que interviene en la lectoescritura, se consolidan con esta primera experiencia de los niños en el preescolar, por lo cual resulta muy importante la experiencia de los mismos en este período; así como la estimulación que los padres y la familia hayan podido brindar a los niños en sus primeros años.
Cabe destacar, que a pesar de los múltiples estudios y teorías existentes respecto al proceso de lectoescritura, la mayoría de los expertos coinciden en que se trata de un proceso personal que cada niño puede asumir desde su experiencia y condiciones particulares, por lo cual, quienes tienen la responsabilidad de iniciar al niño en esta etapa de aprendizaje deben tomar en cuenta sus características individuales y facilitar de la mejor manera que el desarrollo de estas habilidades sea una vivencia gratificante, divertida e interesante; antes de convertirse en una imposición, obligación o deber, con lo cual se corre el riesgo de que el niño manifieste rechazo o desmotivación hacia este aprendizaje.
Aprender a leer y escribir es una experiencia única con la que nos familiarizamos en la infancia pero que ejercitamos a lo largo de toda la vida, nos permite expresarnos y al mismo tiempo conocer los pensamientos de los otros; por tanto es válido todo esfuerzo realizado para potenciar de manera positiva las habilidades de los niños en estas áreas; comprendiendo que se trata de un proceso que puede ser rápido y sencillo para algunos pero lento y minucioso para otros. Por lo cual, lejos de apresurar el aprendizaje sería importante incentivar el amor a leer y escribir ávidamente en todas las etapas de la existencia.

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La educación ha sido tradicionalmente utilizada como una estrategia social que pretende formar al individuo desde la niñez para su desarrollo e interacción en sociedad, por ello, desde las comunidades primitivas los primeros sujetos objetos de un proceso educativo son los niños y las primeras instituciones educativas: la familia y la comunidad. Con lo cual se dejaba de lado la educación del adulto, pues se suponía que una persona mayor debía poseer el conocimiento necesario para su actuación social y su deber era entonces transmitir o compartir con los más jóvenes todo su bagaje cultural.

Sin embargo, a lo largo de la evolución de la humanidad en muchas culturas se observan los primeros vestigios de lo que pudiera considerarse como proceso educativo del adulto, esto con el surgimiento de forma espontánea de escenarios para el debate y la discusión de las ideas que dado la capacidad de análisis y descubrimiento de los seres humanos suele expresarse de forma más notoria en los adultos. En ese compartir de nuevos hallazgos, algunos personajes y grandes pensadores propusieron postulados y teorías acerca de su pensamiento y visión del mundo que serían trasmitidas a sus congéneres convertidos en discípulos o seguidores. Es así, como en la antigua Grecia el pensamiento filosófico de hombres como Plantón, Aristóteles, Pitágoras y otros da lugar a la tertulia, el debate y la propagación de las ideas que generarán en una progresiva trasformación de la sociedad.

Los Movimientos sociales y la educación de Adultos

En torno a la dinámica de la constante trasformación social de que han sido objeto las diferentes civilizaciones han surgido eventos históricos cuyas repercusiones de alcance mundial influyeron en la formalización de un proceso educativo y formativo dirigido a los adultos. Entre ellos los importantes cambios ocurridos en el transcurrir del siglo XIX con hechos históricos como la Revolución Industrial y la Revolución francesa, y posteriormente el movimiento obrero, el parlamentarismo y la democracia que requerían del adoctrinamiento de la población en las nuevas corrientes ideológicas.

La Revolución industrial:

Enmarcada en el auge del tecnicismo y la producción basada en el uso de maquinarias, requiere de la mano de obra para operar dichas máquinas y controlar la producción. Bajo esa perspectiva se plantea la necesaria preparación de los trabajadores para desenvolverse en este nuevo ambiente industrial y dejar atrás lo rudimentario y lo rural propio de la vida de campo donde hasta ese momento se desenvolvía la mayor parte de la población trabajadora. Para ello se contempla entre otros temas, la necesidad de alfabetizar e inculcar los conocimientos elementales de cálculo, geometría, dibujo, ciencias naturales y otras. Surgen de este modo algunas opciones educativas para realizar estudios nocturnos.

La Revolución Francesa:

Logra dar un mayor impulso a la educación del adulto puesto que propone una visión diferente del mundo y de las relaciones sociales vigentes hasta entonces, poniendo en evidencia la necesidad de reconocer los derechos de las personas como seres humanos y replantear las estructuras de poder existentes. Esto influye en todas las áreas de la vida y en el aspecto educativo se hace notorio con el planteamiento presentado por Nicolás de Condorcet ante la Asamblea Legislativa del 21 de abril de 1792, que vislumbra los lineamientos fundamentales de la educación primaria e incluye la educación del adulto, que según esta propuesta podría abordarse a través de conferencias públicas realizadas los domingos para tratar lo relacionado con la moral, las leyes y la apropiación de los ciudadanos de sus derechos elementales.

Más adelante, estas primeras iniciativas se verían fortalecidas por las ideas socialistas, anarquistas y liberales que reclamaban la atención de una formación intelectual que diera lugar a la emancipación de la clase obrera.

Los conflictos bélicos:

Además de los movimientos sociales, sucesos históricos relevantes como la Primera y la Segunda Guerra Mundial con sus particularidades, acarrean posterior a estos eventos una situación de caos y miseria para muchos de los países que participan en los enfrentamientos. Así, en el marco de un nuevo orden mundial muchas naciones se plantean como parte de los objetivos para el resurgimiento de sus economías y formas de producción la necesidad de ejecutar proyectos educativos y de formación dirigidos a los adultos. En entonces, cuando surgen iniciativas como las Universidades Populares que, aunque ya venían desarrollándose en algunos países, surgen con más fuerzas para impulsar la difusión de la cultura general, el conocimiento científico y tecnológico.

El Rol del Estado en la Educación de los adultos

Desde mediados del siglo XVIII muchos de los gobernantes y monarcas imperantes plantearon como parte de sus políticas de Estado la educación de los súbditos como un aspecto importante para implementar los cambios o principios que pretendían poner en vigencia. En ese sentido, la iglesia a través del trabajo misionero fue una de las instituciones que asumiría la educación de los adultos, especialmente en la labor alfabetizadora, evangelizadora y difusora de los valores cristianos que llevaron hasta los más apartados rincones a donde llegaría el poder monárquico.

En España, posterior a la modificación de la constitución de 1812 se establece de acuerdo al Real Decreto del 24 de abril de 1820 que: “los prelados diocesanos –decía– cuidarán de que todos los curas párrocos de la Monarquía o los que hicieren sus veces, expliquen a los feligreses en los domingos y días festivos la Constitución política de la nación”. Es decir, se trataba de instruir a la población en un nuevo sistema político desde el pulpito de las iglesias.

Posteriormente, se dieron una sucesiva promulgación de leyes y decretos que dan muestra del papel del Estado como promotor de la educación de los adultos, como la denominada Ley Moyano del 9 de septiembre de 1857 que establece en su artículo 106 lo siguiente: “El Gobierno fomentará el establecimiento de secciones de noche o de domingo para los adultos cuya instrucción haya sido descuidada o que quieran adelantar en los estudios”, con lo cual se le da apertura al surgimiento de nuevas iniciativas de parte de diversos actores sociales como la iglesia, organizaciones obreras, extensiones universitarias y universidades populares.

Para el 25 de mayo de 1900 se plantea la creación de los Institutos y Escuelas Normales con clases gratuitas nocturnas dirigidas a los obreros para la alfabetización y estudios prácticos de acuerdo a las características propias de su zona de residencia. Más adelante, el 19 de mayo de 1911, mediante un Real Decreto se busca atender la educación de las mujeres adultas consideradas en desventajas frente a las posibilidades educativas de los hombres.

Asimismo, en 1922 se crean las Misiones Pedagógicas a través de las cuales se emprende la lucha contra el analfabetismo y se prepara al adulto para recibir una formación más profunda relacionada con áreas de interés nacional y actividades de producción propias de su entorno social.

De esta forma, las aspiraciones del Estado en cuanto a la educación de los adultos progresan paulatinamente desde las modestas intenciones de alfabetización hasta un trabajo formativo más completo que comprendería incluso los pormenores de la vida cotidiana de las provincias y la tecnificación de las actividades productivas.

La institucionalización de la Educación de adultos

A partir de un marco legal que reconoce la educación de los adultos como una prioridad política y socioeconómica se da la creación de una diversidad de instituciones y estrategias educativas que buscan dar vida a lo establecido en la ley, algunas de las iniciativas más conocidas fueron:

• La Escuela de Adultas: dirigidas especialmente a la mujer se les denomino: “Escuela Hogar y Profesional de la Mujer” y buscaba prepararlas con conocimientos de cultura general, científicos y prácticos como fundamento para el libre ejercicio de una profesión.
• La Junta de perfeccionamiento Profesional Obrero: creada en 1910como una dependencia del Ministerio del Trabajo con la finalidad de conceder becas para los estudios de los trabajadores en el extranjero.
• Las Clases complementarias: pretendían complementar la formación educativa básica de las escuelas mediante el dominio de oficios prácticos que les permitiera a los adultos el desarrollo de una actividad productiva.
• Las Escuelas de Artes y Oficios: buscaba capacitar a los obreros en cuanto al conocimiento científico y artístico que les facilitaría el desempeño de su trabajo industrial y artesanal.
• Las Escuelas de Trabajo y Escuelas de Artesanía: creadas en 1928, constituyeron centros de formación profesional para capacitar en materias técnicas y la adquisición de conocimientos generales.
• La Enseñanza Comercial para adultos: llevaba los principios elementales y legales necesarios para la práctica del comercio.
• La Escuela Social: surgen en 1925 para el fomento de la cultura popular y la manifestación de las expresiones artísticas de las comunidades rurales.
• Las Misiones Pedagógicas: nacieron con la intención de disminuir el desfase cultural entre las poblaciones de las zonas rurales y los habitantes de las áreas urbanas, llevando hasta la provincia los maestros dispuestos a contribuir, con la difusión de la cultura y las artes, así como la promoción de la lectura.

La educación de adultos como estrategia de progreso

La educación de los adultos además de una estrategia de Estado para el desarrollo y productividad de la nación es reconocida en la actualidad como un elemento de crecimiento personal que contribuye a que los adultos participantes reconozcan y aprovechen de manera eficiente sus propias potencialidades individuales. Inevitablemente, desde esta perspectiva el desarrollo humano también contribuirá eventualmente con el progreso de la nación, pues un país con ciudadanos capacitados, formados y preparados para el uso de sus talentos en beneficio propio y de sus semejantes será un país que progresa integralmente.

No en vano, la UNESCO en su conferencia general de 1976 realizada en Nairobi, concibe la educación de los adultos como aquella donde las personas: “…desarrollan sus aptitudes, enriquecen sus conocimientos, mejoran sus competencias técnicas o profesionales o les dan una nueva orientación, y hacen evolucionar sus actitudes o su comportamiento en la doble perspectiva de un enriquecimiento integral del hombre y una participación en un desarrollo socio-económico y cultural equilibrado e independiente…”, reconociendo de este modo esta forma de educación como una estrategia válida para el progreso de los pueblos. Desde ese momento, se proponen con más énfasis diferentes alternativas formales e informales para abordar la educación de los adultos.

En función de ello, para 1986 se presenta en España el denominado «Libro Blanco de la Educación de Adultos», que surge del debate y la discusión del tema por parte de diversos colectivos de personas vinculadas al aspecto educativo. Entre las conclusiones obtenidas se dice que: “La educación de adultos debe tener un carácter integral, asociando la formación orientada al trabajo con la formación cultural y la formación general o de base”, sobrepasando con ello, cualquier vestigio existente acerca del planteamiento de una educación para adultos meramente técnica o para la preparación en un oficio específico. Se expone, además, la necesidad de que esta forma de educación se encuentre vinculada a un proyecto territorial que considere las características, problemáticas y potencialidades del espacio local, es decir, debe estar enmarcada en un “proyecto territorial”.

Propone, asimismo, el mencionado libro abordar en los proyectos educativos dirigidos a los adultos cuatro áreas de conocimientos bien definidas que serían:

La Formación orientada al trabajo.

La Formación para el ejercicio de los derechos y responsabilidades cívicas.

La Formación para el desarrollo personal

La Formación general y de base.

Bajo estas directrices son muchas las alternativas educativas que existen en España y el mundo, las cuales han logrado poner a disposición de todas las personas la posibilidad de dar continuidad a su formación educativa y más allá de eso, al crecimiento integral como seres humanos corresponsables del desarrollo social, económico y ambiental de su entorno local.

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La educación es reconocida hoy en día como uno de los principales derechos de toda persona en la mayoría de las naciones del mundo, sin embargo, de acuerdo a su nivel de desarrollo económico y social, cada país puede enfrentar en mayor o menor proporción la necesidad de alfabetización para muchos de sus ciudadanos.

Este número se incrementa si se considera como parte de esas insuficiencias a aquellas personas que saben leer y escribir pero presentan dificultades en cuanto a la comprensión de los textos, lo cual desfavorece su pleno desenvolvimiento social y el aprovechamiento de todas sus potencialidades.

Adultos Mayores

En el caso de los adultos mayores, se debe considerar que muchas de ellos posiblemente vivieron su infancia y juventud en un tiempo y espacio donde la educación más que un derecho representaba un privilegio al que pocos podían acceder. Por ello, no es de extrañar que aun en la actualidad existan numerosas personas que requieran ser alfabetizados o en todo caso, mejorar su nivel de lectura y escritura.

Objetivos primordiales del Estado

Algunos países, han tomado esta situación como un objetivo primordial para el Estado, abordándolo a través de proyectos especiales que permiten enfrentarlos de forma radical. Para ello, en un país como Venezuela, por ejemplo, se creó el programa “Yo sí puedo” que motiva especialmente a los ancianos a participar en una serie de clases ideadas para facilitar el aprendizaje de la lectura y escritura en las personas de la llamada tercera edad. Asimismo, otros países de Latinoamérica y Europa intentar generar espacios para la alfabetización directamente en las comunidades considerando las necesidades y características del entorno en cuanto a carencias culturales, desconocimiento del idioma o del lenguaje y el manejo de las matemáticas, las cuales están estrechamente relacionadas con la capacidad de desarrollar una lectura funcional, es decir, que sea útil para el desarrollo personal del ser humano.

En este sentido, es importante recalcar que la lectura y escritura están ligadas a las diferentes formas de comunicación que maneja la persona, produciéndose, además, un ciclo según el cual leemos, entendemos, pensamos y reflexionamos, para luego escribir, hablar y compartir las ideas que se produzcan en torno a eso que se ha llegado a conocerse. Para los adultos mayores el manejo efectivo de la lectoescritura es una oportunidad para relacionar su experiencia de vida y los diferentes aprendizajes obtenidos en base a su amplia experiencia personal con las teorías y escritos existentes en torno a un determinado tema.

Experiencia de vida

Precisamente, esa experiencia de vida que poseen los adultos mayores ha sido determinante para que en muchos países los programas de alfabetización vayan acompañados de objetivos complementarios según los cuales se busca no solo lograr el dominio de la lectura y la escritura por parte del anciano, sino motivar su participación en actividades productivas y creativas por medio de las cuales pueda seguir desempeñando una labor o realizando aportes positivos a su entorno comunitario. Mediante esta forma de alfabetización se logra no solo la habilidad de leer y escribir eficientemente, sino que se les brinda a los adultos mayores una nueva oportunidad de participar activamente en diferentes actividades que les permitan sentirse útiles, valorados y respetados. Además de disfrutar de los beneficios que la interacción social y el crecimiento intelectual pueden brindarle.

Las diversas experiencias desarrolladas en cuanto a alfabetización de adultos mayores demuestran que para la puesta en marcha de iniciativas en este sentido, es importante tomar en cuenta aspectos como: características de la comunidad, entorno cultural, condiciones físicas y de salud de los participantes, niveles particulares de lectura y escritura, así como, las estrategias para la motivación de los participantes que permitan romper las posibles barreras u obstáculos para su incorporación a los planes propuestos.

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Una necesidad educativa

Cabe destacar, que la Universidad Popular desde sus inicios fue concebida como la respuesta a una necesidad educativa existente en las clases sociales excluidas como los obreros, campesinos, amas de casa, artesanos y otros; y por tanto es pensada bajo una filosofía fundamentada en los principios de solidaridad, igualdad e inclusión, teniendo además fuertes vínculos con las ideas liberales y laicas que llevan a la promoción del pensamiento diverso, el consenso de las ideas, el debate y la confrontación en el marco del respeto. En ese sentido, esta propuesta choca de manera frontal con los fines y pretensiones de un gobierno que no admite dar lugar a un estilo educativo planteado fuera de las directrices del Estado.

De esta forma se erradican todas las iniciativas de educación popular vinculadas con las corrientes ideológicas liberales, republicanas, librepensadores o socialistas. A la par de las Universidades Populares desaparecieron las llamadas Casas del pueblo, los ateneos, extensiones universitarias y otras similares. Solo las denominadas Misiones Pedagógicas, lograron mantener su nombre pero reformuladas con objetivos y contenidos que nada tenían que ver con sus fines originales. Para compensar la desaparición de las Universidades Populares y en reconocimiento a las necesidades académicas de la provincia el franquismo propone la “Pequeña Universidad” con objetivos similares pero bajo un enfoque ideológico totalmente diferente.

Reapertura de las Universidades Populares

En este contexto, fue necesario que trascurrieran más de cuarenta años para que luego de la caída del franquismo y en el marco de la reformulación de un nuevo estado democrático se planteara la reapertura de las Universidades Populares. Esta vez se proyectan no solo como una alternativa para llevar la difusión cultural y la propagación del conocimiento científico en los estratos más desposeídos de la sociedad, sino como una estrategia que contribuirá a motivar la participación ciudadana en la consolidación de la democracia y la productividad intelectual.

Así desde 1976 surgen inicialmente las Universidades Populares de Barcelona y Bilbao, para un poco más tarde en 1981, dar paso a la de San Sebastián de los Reyes en Madrid, a la cual le seguirían las de Gijón, Puertollano, Elche y Cartagena. Estos centros se convierten rápidamente en espacios para la difusión de las expresiones culturales, artísticas y literarias en las que participan animadamente jóvenes, adultos e incluso niños.

Federación Española de Universidades Populares 

Para 1982, en Murcia se crea la Federación Española de Universidades Populares (FEUP), con lo cual se busca alinear bajo un mismo enfoque los propósitos de estos centros educativos, dándoles un carácter gremial e institucional que facilitará el intercambio con experiencias similares a nivel internacional, así como la sistematización y difusión de la producción teórica e investigativa lograda en el marco de las actividades académicas.

Desde entonces el trabajo de las Universidades Populares ha venido proliferando en España con la apertura de nuevas sedes universitarias que se contabilizan hoy en día en más de 231 centros repartidos a lo largo de 26 provincias y 12 Comunidades Autónomas: Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Castilla La Mancha, Castilla y León, Extremadura, Galicia, La Rioja, Madrid, Murcia y Valencia. Dichas universidades cuentan con una importante planta docente que atiende a los más de 2 millones de estudiantes que participan de esta oferta educativa. Todos ellos enfocados en aprovechar el ambiente universitario para la generación de nuevos conocimientos, el abordaje de los problemas comunitarios y la apropiación por parte de las comunidades de las herramientas de emancipación necesarias para el desarrollo y el progreso colectivo.

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En este sentido, el acceso a la educación superior suele ser más limitado y brindar oportunidades de acceso principalmente a la población más joven, quienes apenas están egresando de la educación secundaria y requieren de una preparación profesional que les permita capacitarse para el desempeño en un futuro empleo o en una actividad productiva. Por ello, muchas personas con más 45 años pueden considerar muy difícil o inadecuado intentar su ingreso a una institución universitaria para cursar una carrera. Pero esto no es del todo cierto, si se tiene en cuenta que la formación profesional está relacionada, además, con el desarrollo integral del ser humano, la oportunidad de alcanzar su plenitud personal, aprovechar sus potencialidades físicas e intelectuales y contribuir con el desarrollo de la sociedad. Una persona a los 45 años se encuentra en plena etapa productiva de su vida, posee la madurez y la experiencia de vida necesaria para asumir con responsabilidad y entusiasmo el estudio de una carrera universitaria.

Por esta razón, las universidades públicas y privadas han abierto sus puertas al acceso de personas mayores. Evidentemente, como es tradicional para poder ingresar a los estudios superiores se deben cumplir ciertos parámetros y requisitos que garantizan que la persona se encuentra apta para iniciar su formación a este nivel. En España el proceso de ingreso de las personas mayores de 45 años está claramente establecido en la normativa legal e incluye incluso a quienes no posean una titularidad para solicitar tal ingreso y no tengan experiencia profesional alguna en el área que esperan cursar.

El procedimiento está expresamente detallado en el Real Decreto 1992/2008, donde se señala además que las universidades en conjunto deben reservar entre el 1% y el 3% de sus plazas para las personas mayores de 45 años. Para dar acceso a este segmento de la población, las universidades deben realizar una convocatoria anual y organizar una prueba de admisión para este grupo de solicitantes.

Dicha prueba es relativamente sencilla, aunque consta de varias partes, en primer lugar se incluye un comentario de texto, en el cual el aspirante deberá desarrollar un escrito acerca de un tema relevante de la actualidad. Seguidamente se presentará un examen de la lengua castellana y otro en una lengua cooficial de alguna de las Comunidades Autónomas, por ejemplo, lengua catalana.

Posteriormente se añade una entrevista personal, para quienes haya superado la primera parte. En ella, generalmente se les pregunta a los solicitantes acerca de sus motivaciones, expectativas, conocimientos, entre otros aspectos. Como resultado de la misma el candidato se puede calificar como “apto” o “no apto”.

Así, serán admitidos quienes alcancen una puntuación promedio de 5 puntos en los exámenes y haber sido calificado como apto en la entrevista. Los seleccionados deberán formalizar su matrícula en el lapso de tiempo señalado por la universidad. Cabe destacar, que se tiene la opción de presentar la prueba en una universidad a la vez y se puede repetir la solicitud ilimitadamente, algunas personas lo intentan repetidas veces hasta que logran obtener la calificación necesaria y ser admitidos para el ingreso.

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En primer lugar, superar el reto de poder volver a seguir un programa académico o aprobar un examen años después de haber terminado la carrera resulta gratificante, y demuestra que uno mismo puede superar los retos que se plantee y seguir cultivando sus capacidades. Es una satisfacción obtener un nuevo título, lograr una certificación o, incluso, finalizar esa licenciatura que en su momento, por las circunstancias que fuesen, no pudiste obtener.

Todo ello contribuye a la autoestima y al crecimiento personal. Es además una herramienta perfecta para la socialización, pues permite entrar en contacto con personas que comparten los mismos intereses y puede que la misma formación, personas activas que se niegan a dejar de aprender simplemente porque ya no son veinteañeras, y que impiden que la soledad entre en tu vida, pues con ellas pueden surgir nuevos y apasionantes planes. Si por el contrario optas por un programa en Internet, podrás organizar mejor tu tiempo para combinar el estudio con el ocio con l@s amig@s, el cuidado de la familia o los viajes, mediante programas completamente personalizados. Este tipo de formaciones pueden ser además la oportunidad que siempre habías soñado para encontrar un tipo de formación que quizás no existe en España, o incluso para practicar idiomas si te decantas por un centro ubicado en otro país, y mejorarán tus competencias en lo que a nuevas tecnologías se refiere.

Las universidades de adultos demuestran que la edad no es un freno para experimentar nuevas experiencias, sino que por el contrario, es muy sencillo romper con la rutina, simplemente disponiendo de algo de tiempo y, eso sí, de muchas ganas y constancia. Retomar los libros y el aprendizaje implica poner en marcha tus neuronas de nuevo con gran intensidad: es la mejor manera de mantener la mente activa, evitando preocupaciones, aumentando las capacidades mentales y retrasando el proceso de envejecimiento. La pasión por lo que uno ama, sea la física cuántica o los pintores barrocos del siglo XVI, no disminuye con el paso del tiempo, y esa pasión sin duda es el mejor combustible para convertirse en un excelente 

Regresar a la universidad siendo adulto, además de todos los beneficios personales para uno mismo, tiene otros que desbordan lo estrictamente individual: si tienes hijos o incluso nietos y retomas tus estudios, les estás dando ejemplo e inspirando para que comprueben que siempre hay que seguir los sueños propios, y que nunca es demasiado tarde para luchar por lo que se desea conseguir en la vida. Las universidades de adultos están plagadas de historias de éxito, de personas que decidieron volver a coger los libros y que experimentaron numerosos beneficios en su autoestima, su currículum y hasta su círculo de amistades con esta experiencia, que les ha permitido romper con la rutina. ¿A qué apetece convertirse en una de ellas? Estudiante, que con el paso de los años ha aumentado en capacidad analítica y crítica, herramientas que le van a permitir sacar mucho más provecho a cada material y a cada debate.

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Aunque nos pueda parecer muy actual el concepto de extender el saber a sectores tradicionalmente excluidos del sistema educativo, como los obreros y campesinos, lo cierto es que las universidades populares tienen más de un siglo de historia. La primera apareció en 1903, y desde su nacimiento han sido instituciones enteramente dedicadas a transmitir conocimientos sin ánimo de lucro a todas las capas sociales. Tienen su origen en Francia, en concreto en París, donde el 9 de octubre de 1899 abría sus puertas la primera universidad popular, en un barrio popular de la capital. En el caso de España habría que esperar un poquito más: el primer centro de este tipo se inauguró el 8 de marzo de 1903 en Valencia. Su fundador fue el conocido escritor Vicente Blaso Ibáñez. En general, la burguesía reformista, a menudo vinculada a sectores republicanos, va a ser la principal impulsora de las universidades populares.

A la de Valencia siguieron, hasta los años treinta, iniciativas parejas en Madrid, Sevilla, A Coruña, Ourense, Segovia y de nuevo, Valencia. La difusión inicial de este tipo de universidades fue bastante lenta y reducida, y varias de ellas no permanecieron demasiado tiempo en funcionamiento. Sólo la segoviana continuaría su actividad hasta la II República. Pese a la escasez de medios inicial, sin duda se trataba de proyectos de una enorme importancia a nivel educativo: lideradas por intelectuales de prestigio, como el citado Blasco Ibáñez, Antonio Machado o Wenceslao Fernández Flórez, solían ser iniciativas colectivas no excluyentes, destinadas a un público ideológicamente plural, que rompían con el elitismo de la enseñanza hasta entonces preponderante. Había una buena dosis de utopía en sus impulsores, que las consideraban herramientas para lograr la regeneración social y la solidaridad humana entre personas de adscripciones sociales muy diferentes. De este modo se lograría alcanzar la ansiada paz social. Para lograrlo, en estas primeras décadas de historia las universidades populares realizaron actividades de índole muy variada: conferencias sobre higiene popular o divulgación científica, cursos para obreros, monográficos de carácter aplicado en temas como la producción agrícola y la legislación laboral, sesiones musicales, visitas guiadas a museos y monumentos o excursiones… Se trataba de programas que hoy en día pueden llegar a asombrarnos por su pluralidad y aparente modernidad.

Tras el advenimiento de la II República, en 1931, la Universidad Popular de Cartagena incrementa la lista y se convierte en un referente, llegando a impartir conferencias en las que participaron nombres tan destacados como María de Maeztu, Margarita Nelken, Miguel Hernández o Elena Fortún, además de celebrar certámenes literarios, concursos fotográficos, exposiciones y hasta publicaciones y documentales. Como proyecto que contó con el apoyo de una gran parte de la intelectualidad del momento, la iniciativa de Cartagena contaba incluso con dos bibliotecas circulantes, una general y otra infantil, que llevaban la lectura a puntos recónditos de toda la región.

La Guerra Civil impidió que se pusiese en marcha un importante proyecto, el de las Federaciones Universitarias de Estudiantes, que reclamaba la creación de universidades populares en diversas poblaciones de España, fuesen o no capitales de provincia. Se trataba del germen de una eclosión sin precedentes de este tipo de centros, con matrícula y enseñanza gratuitas. Con el franquismo, las universidades populares, que durante la República y la Guerra se habían ideologizado en ciertos casos, pasaron a ser suprimidas o transformadas radicalmente. Durante los casi cuarenta años de dictadura no existió ninguna institución con tal nombre o que recuperase sus principios.

Hubo que esperar a la restauración democrática para que se recuperasen, si bien ahora en el seno de ayuntamientos que las veían como un medio de permitir el acceso de los bienes culturales a toda la sociedad. La primera tras el franquismo, la Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes, en 1981. Al año siguiente se creaba la Federación Española de Universidades Populares (FEUP), como una manera de contribuir a la cohesión del movimiento. En la actualidad, son cada vez más los centros que se integran en esta Federación, y crece su articulación con otras redes internacionales.

La historia de las universidades populares se sigue escribiendo, con más tecnologías y redes sociales, pero con la misma ilusión que las guió en sus orígenes: acercar la enseñanza, gratuita y de calidad, a todos los ciudadanos y ciudadanas. 

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